Maltrato Infantil

El trato que se le ha otorgado a la población infantil y juvenil ha variado y no ha sido uniforme en las diferentes épocas de la humanidad. Esto ha dependido de múltiples factores de tipo cultural, social, religioso, etc., con variantes importantes en el apego y el modelo de crianza, hasta aquellos propios arraigados al inevitable pasar del tiempo, como la evolución y el conocimiento científico.

Antes, a los niños no se les atribuía cualidades inherentes propias diferentes a las de los adultos. La infancia era concebida solamente como una etapa inevitable, previa a la vida adulta y prácticamente toda la atención y recursos se centraban en esta última.

A principios del Siglo XX y hasta mediados de la década de los ochenta, surgió y evolucionó de manera progresiva, una especie de “nueva conciencia social”, de nuevos valores en relación con esta población. La “sentimentalización” de la familia de la que hablan los historiadores (que incluía el amor maternal) en paralelo al lugar único y relevante que ocupó la medicina, contribuyó a la naturalización de muchas propuestas morales y biológicas que ayudaron a estructurar “el nuevo mundo infantil” (Rodríguez-Ocaña). Finalmente, como resultado de una evolución lenta y progresiva de los valores acerca de lo que es y debe ser un niño, así como su trato adecuado, hoy reconocemos la infancia como un período fundamental en la evolución humana, distinto y no equiparable a ningún otro momento de la vida. Por este motivo, todo lo que ocurre o no ocurre durante esta etapa, impactará de manera importante la forma en que ese individuo interpretará el mundo.

Le tomó mucho tiempo al ser humano llegar a la conclusión que el Maltrato Infantil es un problema psicosocial grave y, de hecho, su categorización como “problema” es relativamente reciente. Pese a esto, aún en muchos países, persiste la normalización de varias formas de violencia, ya sea como método correctivo, de disciplina, de “incentivo” (intimidación) o que forman parte de prácticas culturales legalmente aceptadas (por ejemplo, el matrimonio infantil en la India).

¿Qué es el Maltrato Infantil?

La definición que goza con mayor consenso, la plasmó el Observatorio de la Infancia en el Protocolo básico de intervención contra el Maltrato Infantil en el año 2008 y lo describe como toda “acción, omisión o trato negligente, no accidental, que priva al niño o la niña de sus derechos y bienestar, que amenaza o interfiere su ordenado desarrollo físico, psíquico o social y cuyos autores pueden ser personas, instituciones o la propia sociedad”.

Esta definición incluye lo que se hace (acción), lo que no se hace (omisión) y lo que se realiza de forma inadecuada (negligente) y que produce daños reales o potenciales de diferentes tipos.

Prevalencia

Actualmente las estadísticas internacionales describen que una cuarta parte de los adultos a nivel mundial, manifiestan haber sufrido maltrato físico durante la niñez y que una de cada cinco mujeres y uno de cada 13 hombres, específicamente, abuso sexual durante la infancia (OMS).

En Panamá, según las estadísticas relacionadas a “Delitos Sexuales” del Ministerio Público, en el Capítulo I sobre “Violación y Otros Delitos Sexuales”, tan solo en el mes de enero del presente año, se registraron 459 delitos, siendo ocupado el segundo lugar (después del delito de “Violación” en 255 casos) por el de “Relaciones Sexuales Consentidas con Menores de Edad” en 126 casos. En el Capítulo II del Informe que hace alusión a “Corrupción de Personas Menores de Edad, Explotación Sexual, Comercial y Otras Conductas”, se reportan un total de 22 delitos.

Cabe agregar que dentro de este Capítulo, también entran los delitos de “Rufianismo” (explotación inmoral de la prostitución, por un sujeto que se dedica al tráfico carnal de personas del género femenino y sobre la cual posee algún influjo o poder, o situación del que vive costeado por ella); “Relaciones Sexuales Remuneradas Con Personas Menores de 18 años y mayores de 14”; “Actos de Exhibicionismo Obsceno o Pornográficos con menores de edad”; “Conducta de Omisión del Conocimiento de estos Delitos”; “Turismo Sexual” y “Propietario de inmueble o establecimiento que destine a la realización de algún delito tipificado”. Todos estos se registran con “cero” en cuanto a número de delitos denunciados.

No está demás agregar lo que muchos probablemente están pensando en este punto: que tanto lo previamente descrito como el total de casos denunciados dentro de este Capítulo II, están seguramente muy por debajo de la realidad.

Así como fácil surgen las críticas y los juicios sobre las víctimas en las redes sociales, así de fácil debe surgir la siguiente pregunta: ¿Por qué no denuncian?

Sabemos que el fenómeno de maltrato infantil, además de incluir la o las formas de maltrato en sí, involucra una serie de factores y acciones que favorecen que la víctima no denuncie. Por ejemplo, dentro de estas se encuentran la edad y la falta de capacidad de juicio y desarrollo cognitivo propio de una víctima menor de cuatro años; la edad de inicio, frecuencia y duración a lo largo del tiempo que contribuye a que la víctima, en su psique, normalice el acto; y la presencia de acciones coercitivas, intimidantes y amenazantes que llevan a que la víctima decida callar para proteger su propia integridad y vida o la de sus seres queridos.

Tipología del Maltrato Infantil

El maltrato no es un hecho aislado, por el contrario, es un proceso determinado por la interacción de múltiples factores de tipo personal, familiar y social, que no siempre se encuentran delimitados. El maltrato puede clasificarse desde diversos puntos de vista, mismos que pasaré a describir brevemente a continuación.

  1. Maltrato Infantil según el momento en el que se produce el maltrato:Prenatal: cuando el maltrato se produce antes del nacimiento del bebe.
    1. Postnatal: cuando el maltrato se produce después del nacimiento del bebe.
  1. Maltrato Infantil según los autores del maltrato:Familiar: cuando los autores del maltrato son familiares del menor, principalmente familiares en primer grado (padres, biológicos o no, abuelos, hermanos, tíos, etc.).
    1. Extrafamiliar: cuando los autores del maltrato no son familiares del menor, o el grado de parentesco es muy lejano (familiares en segundo grado) y/o no tienen vínculo familiar.
    2. Institucional: es el maltrato provocado por las instituciones públicas, bien sean sanitarias, educativas, etc.
    3. Social: cuando no hay un sujeto concreto responsable del maltrato, pero hay una serie de circunstancias externas en la vida de los progenitores y del menor que imposibilitan una atención o un cuidado adecuado.
  1. Maltrato Infantil según las acciones concretas:Maltrato físico: toda acción de carácter físico voluntariamente realizada que provoque o pueda provocar lesiones físicas en el menor.
    1. maltrato emocional/psicológico: toda acción o actitud, usualmente de carácter verbal, que provoque o puedan provocar en él, daño psicológico.
    2. maltrato por negligencia (u omisión de cuidados): dejar o abstenerse de atender a las necesidades del menor y a los deberes de guarda y protección, así como cuidado inadecuado del mismo.
    3. Abuso sexual: cualquier comportamiento en el que un menor es utilizado por un adulto u otro menor (al menos cuatro años mayor que este) como medio para obtener estimulación o gratificación sexual.

En algunos casos de maltrato infantil prenatal, el factor voluntario de la madre es evidente, mientras que otros, pueden ser objeto de debate (por ejemplo, la mala nutrición de la madre debido a carencias económicas).

Clínicamente, el maltrato físico es el que más se diagnostica por ser el más fácil de detectar. Las formas de presentación incluyen las lesiones cutáneas como escoriaciones, equimosis (“moretones”), heridas, hematomas, quemaduras, mordeduras y/o o áreas del cuero cabelludo con ausencia de cabello (por arranque); fracturas; el Síndrome del bebé o niño sacudido (tipo de traumatismo cerebral infligido cuando un bebé es sacudido violentamente); asfixia mecánica, intoxicaciones, el Síndrome de Münchausen por poder (trastorno psiquiátrico en el que los síntomas de la enfermedad son fabricados por otro individuo que no es el paciente, usualmente la madre o el padre).

La negligencia u omisión de cuidados, consiste en dejar o abstenerse de atender las necesidades, los deberes de guarda y protección o el cuidado inadecuado del niño. El máximo grado es el abandono que tiene repercusiones psicológicas y físicas y que, en ocasiones, ocurren incluso en entidades públicas (formales o informales) que no gozan de la adecuada supervisión de sus funciones como centros de transición o de albergue temporal para la infancia (hogares, orfanatos, etc.). Entran aquí también los “niños de la calle”, o sea, aquellos que carecen de hogar y de familiares que les atiendan o aquellos que, pese a contar con un hogar y familia, viven en estas o se mantienen de forma transitoria o continua en estos espacios; los niños que permanecen solos la mayor parte del día y que, inclusive, disponen de llave para entrar y salir del domicilio, pero que no gozan de ninguna supervisión de un adulto para su atención o cuidado; los niños no escolarizados; sometidos a ejercer la mendicidad; sometidos a la realización de actos delictivos y los niños explotados laboralmente, etc.

Todas las formas de maltrato tienen repercusiones en las áreas del desarrollo emocional y psicológico del menor, definiéndose este tipo de maltrato como “toda acción, omisión o negligencia de carácter afectivo, capaz de originar cuadros psicológicos o psiquiátricos, dependiendo de las características y nivel de desarrollo”. En el presente, se considera que pueden entrar en esta categoría aquellos menores con excesivas exigencias académicas (abuso pedagógico) u obligación de asistir a clases extracurriculares, sin contar con tiempo de reposo y/o esparcimiento también fundamental y necesario para su adecuado desarrollo.

En cuanto al abuso sexual, este es tristemente una de las formas más frecuentes de maltrato infantil. Incluye actos como la violación, el incesto, el uso del menor para desarrollar material pornográfico, prostituirlo, sodomizarlo, tocarlo, estimularlo sexualmente y desvestirlo. En las formas de abuso sexual sin contacto, entran la seducción verbal explícita, la realización del acto sexual o masturbación en presencia de un niño; exponerlo a mirar material pornográfico y la exposición de los órganos sexuales a un menor.

Por último, es importante mencionar que se calcula que cada año mueren por homicidio aproximadamente 41 000 menores de 15 años, cifra que subestima la verdadera magnitud del problema, dado que una importante proporción de las muertes debidas a maltrato infantil, se atribuyen erróneamente a caídas, quemaduras, ahogamientos y otras causas “accidentales” (OMS).

¿Cuáles son algunos indicios de que un menor puede estar siendo abusado sexualmente?

Dentro de estos tenemos:

  • Dificultad para caminar y para sentarse.
  • Ropa interior rasgada, manchada o ensangrentada.
  • Dolor u otra molestia en región genital.
  • Contusiones o sangrado en los genitales externos, zona vaginal o anal.
  • Signos de enfermedad venérea.
  • Presencia de semen en cavidad oral, zona genital o ropa.
  • Embarazo adolescente.
  • Hematomas y/o escoriaciones en la cara interna de los muslos.
  • Ano dilatado, enrojecido o desgarrado.
  • Edema, lesiones o desgarro vulvar.
  • Cuerpo extraño en vagina o recto.
  • Aparición de conductas regresivas (actitud como si fuera un niño de menor edad; pérdida del control de esfínteres).
  • Retraimiento social y autoestima baja.
  • Rechaza cambiarse de ropa para la clase de Educación Física o participar en este tipo de actividades.
  • Manifiesta precocidad sexual, o sea, conocimiento o conductas sexuales no acordes para la edad.
  • Incurre en conductas sexuales en lugares inapropiados (masturbarse en público).
  • Incita a otros niños a realizar actos sexuales.
  • Podría espontáneamente dibujar órganos genitales o imágenes sexuales en trabajos libres.
  • Presenta terrores nocturnos.
  • Llora al exponerse y evita ciertos lugares y/o personas.
  • Miedo irracional al examen físico por parte del médicos.
  • Trastornos de ansiedad y depresivos diversos.

Así mismo, se han reconocido algunas características comunes entre quienes cometen abuso sexual a menores:

  • Extremadamente protector/a o celoso/a del niño/a.
  • Alienta al niño/a a implicarse en actos sexuales o prostitución.
  • Sufrió de abuso sexual en la infancia.
  • Experimenta dificultades en su matrimonio.
  • Abuso de drogas o alcohol.
  • Está frecuentemente ausente del hogar.

Consecuencias del Maltrato Infantil

Cualquier forma de maltrato intenso y/o recurrente tiene la capacidad de generar estrés crónico y por ende, secuelas en el neurodesarrollo y otros sistemas corporales. Por lo tanto, el adulto con este antecedente, tiene mayor probabilidad de presentar problemas de tipo físico, mental y conductual.

Las investigaciones demuestran el aumento del riesgo para presentar trastornos psiquiátricos, sobre todo, del estado de ánimo como la depresión mayor y la distimia (depresión crónica con un mínimo de dos años de duración); conductas autolesivas y suicidas 12 veces mayor en adolescentes que fueron víctima de abuso sexual en la infancia; trastornos de ansiedad como la ansiedad generalizada, trastorno de estrés agudo y postraumático (en el 21%-55% de los niños víctimas de violencia física y abuso sexual); amnesia disociativa (incapacidad para recordar información personal importante a raíz de un evento traumático); trastornos del comportamiento como el oposicionista desafiante y el disocial; trastornos por consumo de sustancias; trastornos de la conducta alimentaria (anorexia y bulimia nervosa); y trastornos de personalidad, como la personalidad límite y la antisocial (o sociopatía).

En contraste, existen las víctimas asintomáticas, las que no demuestran síntomas al momento de la evaluación. Un meta-análisis publicado por Kendall-Tackett y colaboradores en 1993, demostró que entre el 21% y el 49% de las víctimas de abuso sexual, expresan síntomas más graves después de la revelación del abuso y hasta un año más tarde. Dentro de las hipótesis planteadas para que esto suceda se encuentran, en primer lugar, que los niños que experimentan maltrato físico o abuso sexual, son más resilientes ante el trauma. En segundo lugar, que el verdadero efecto del abuso aún no sea “visible” en el momento de la valoración asociado al grado de perplejidad coexistente ante el hecho, pero que pueden aparecer más adelante en la vida, por ejemplo, al surgir la oportunidad de entablar relaciones románticas, cuando se exponen a situaciones que los llevan a reexperimentar el hecho, etc. Por último, en tercer lugar, debido a que los síntomas psicológicos y conductuales no se hayan evaluado adecuadamente.

La mejor estrategia: LA PREVENCIÓN

Principio básico “evitando su aparición vamos a eliminar el sufrimiento y las consecuencias negativas que padecen muchos niños y niñas”. Los servicios de salud, conforman de los entornos con mejores posibilidades en el terreno de la prevención, debido a que de alguna forma, las familias con hijos pasan o recurren a estos, inclusive, antes del nacimiento.

La prevención primaria está dirigida a población general con el objetivo de evitar la presencia de factores potenciadores del maltrato infantil y de promover la implementación y mantenimiento de factores protectores. Dentro de las estrategias de prevención primaria se encuentran la psicoprofilaxis obstétrica para incrementar las habilidades de los padres en el cuidado de los hijos, desde el punto de vista físico y afectivo; la realización de actividades en las escuelas o centros comunitarios en los que se promuevan los valores positivos de la infancia; señalar las fallas, de manera respetuosa y empática, a aquellos padres que recurran al castigo corporal como medida de crianza; orientar en estrategias conductuales básicas no violentas con las cuales reemplazar lo previo; psicoeducar y orientar a los padres sobre aspectos generales del desarrollo humano, alimentación, higiene y sexualidad; promover la reflexión en los adolescentes sobre los retos de la crianza de los niños o los problemas a los que se pueden enfrentar de transformarse en padres o madres adolescentes, entre muchas otras.

La prevención secundaria abarca la detección de situaciones de riesgo, conscientes de que la prevención primaria puede no evitar que persistan algunos casos de alto riesgo para que se de el maltrato infantil. El objetivo de esta es detectar y notificar la existencia de grupos sociales, familias o personas con una serie de indicadores concretos que les hacen poder ser catalogados como de “alto riesgo” para desarrollar esta problemática. Las acciones incluyen la formación de profesionales aptos para detectar y notificar situaciones de maltrato; la referencia de las familias para que accedan a apoyos comunitarios y a los servicios y programas de asistencia en salud mental y social; reconocer situaciones de violencia familiar; reconocer modelos de crianza negativos, sobre todo, aquellos que recurran a la violencia física como método correctivo; realizar visitas domiciliarias a familias de alto riesgo; aumentar la cantidad de citas al programa de “seguimiento del niño sano” en estos casos; observar si se ha producido un vínculo afectivo entre los padres y el recién nacido, necesario para una crianza saludable; promover modelos de crianza adaptados a las necesidades evolutivas infantiles; enseñar y capacitar a los niños para detectar y protegerse de agresiones por parte de adultos; procurar una atención normal que evite la estigmatización de los padres, tratando los casos de riesgo o de maltrato lejos de un ambiente de crítica, etc.

Por último, y no menos importante, es FUNDAMENTAL que existan y se difundan, protocolos unificados y de actuación bien establecidos a nivel estatal, que incluyan (recapitulando) estrategias de detección, notificación, evaluación, intervención/tratamiento y seguimiento de TODO caso de maltrato infantil, en los que las medidas adoptadas involucren la intervención eficaz de personal e Instituciones competentes, con el fin último de atender y salvaguardar la dignidad de la víctima.

Al final, se trata de una tarea conjunta en la que todos, como miembros de esta sociedad, estamos expuestos a experimentar a nivel personal o ser testigos de situaciones de maltrato infantil de todo tipo. Acoger esta probabilidad, nos debe movilizar a actuar, involucrarnos y educarnos y no paralizarnos ante el miedo de “lo posible”.

Referencias
  1. Maltrato Infantil. Nota descriptiva. Organización Mundial de la Salud. Página web who.int Consultada en línea en marzo de 2018.
  2. Ministerio Público de Panamá. Estadísticas sobre Delito Sexual. Página web ministeriopublico.gob.pa Consultada en línea en marzo de 2018.
  3. Detección y Notificación de Casos de Maltrato Infantil, Guía para la Ciudadanía. Federación de Asociaciones para la Prevención del Maltrato Infantil. Sevilla, España. 2011.
  4. Maltrato Infantil. Guía de Actuación para los Servicios Sanitarios de Asturias. Instituto Asturiano de Atención Social a la Infancia, Familia y Adolescencia. Consejería de Vivienda y Bienestar Social. España. 2006.
  5. Maltrato Infantil: Detección, Notificación y Registro de Casos. Observatorio de la Infancia. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. España. 2008.
  6. Síndrome del Bebé Sacudido. National Institute of Neurological Disorders and Stroke. Página web espanol.ninds.nih.gov Consultada en línea en marzo de 2018.
  7. Wekerle, C. y colaboradores. Maltrato Infantil. Avances en Psicoterapia. Práctica basada en evidencia. Editorial Manual Moderno. 2007.

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