Nikolas Cruz, 19 años, autor confeso del tiroteo masivo ocurrido en la Escuela Secundaria Stoneman Douglas de Parkland (Florida, EEUU) el 14 de febrero de 2018. Resultado: 17 muertos y 14 heridos. Cruz había sido expulsado precisamente de esa escuela el año previo por motivos “disciplinarios”; era descrito por sus compañeros como “raro”, “solitario”, “acosador” y “problemático”, al cual varios estudiantes le temían pues se jactaba de poseer armas y cuchillos. Material perturbador y sugerente aparentemente publicado en sus redes sociales personales (fotos posando con sus armas, violencia hacia animales, etc.) así como comentarios de que “alguna vez llegaría a ser un tirador escolar profesional” que escribiera en otra red social, fueron pasados por alto por las autoridades pese a denuncias de sus pares.
Separado de sus padres biológicos por razones desconocidas, se había quedado huérfano de padre adoptivo ocho años antes y de madre adoptiva tan solo meses previos al tiroteo, al fallecer ésta a causa de una pneumonía.
Tras la muerte de su madre adoptiva, pasó de vivir de la casa de otro familiar a la casa de un amigo, por no sentirse a gusto en la primera. Aparentemente Cruz, se encontraba cursando un episodio depresivo, pero sin el seguimiento adecuado y, por ende, el subsecuente abandono del tratamiento. Pese a que en los varones pueden prevalecer emociones diferentes a la tristeza tales como la irritabilidad e ira, así como conductas agresivas en el contexto de una depresión, suelen existir factores detonantes para que estas escalen a niveles tan violentos.
Un estudio del FBI sobre 160 casos de este tipo llevado a cabo entre los años 2000 y 2013, concluyó un promedio de 11.4 tiroteos masivos por años con tendencia al alza en los EEUU. Los hallazgos principales fueron:
- La mayoría de los tiroteos (70%) ocurrieron en el lugar de trabajo o en la Escuela.
- Solamente dos de los tiroteos fueron llevados a cabo por más de un individuo.
- En el 40% de los casos, el tirador concretó el suicidio posteriormente.
- La policía pudo llegar a tiempo y someter al perpetrador antes de que ejecutara el acto.
- El 40% de los tiroteos se consideraron asesinatos masivos (por definición, la presencia de tres o más víctimas mortales en el mismo lugar y evento).
- Solamente el 3.8% de los casos involucró a un perpetrador del sexo femenino.
En este punto, es importante recordar que el fenómeno de violencia, implica la ya bien reconocida alteración de ciertas estructuras cerebrales que pudiesen estar así desde el nacimiento o ir progresivamente “modelándose” de esa manera, como resultado de estímulos negativos que irán a afectando el neurodesarrollo del individuo. Dicho de una forma simple, se le llama fenómeno porque resulta de la interacción de factores individuales con el entorno.
Si regresamos un poco en la descripción del mismo para evocar los factores anatómicos que previamente describí, debemos empezar recordando que el concepto de agresión, hace referencia a «cualquier comportamiento dirigido hacia otra persona y que tiene la intención de causar daño”. Esta puede categorizarse como agresión reactiva o como agresión instrumental. La primera, implica componentes afectivos e impulsividad y, la segunda, tiende a ser premeditada, proactiva y orientada a objetivos específicos. Adicionalmente, podrían existir de base factores personales tales como la predisposición biológica y el tipo de personalidad, así como factores situacionales como la provocación, frustración, la presencia de dolor o el uso de sustancias, etc.
Debido a la dificultad de inducir una agresión abierta y evaluar lo que sucede en el cerebro a través de Resonancia Magnética Funcional (fRMN), las investigaciones con el objetivo de evaluar los mecanismos subyacentes del comportamiento agresivo, son un desafío. Por lo tanto, las teorías con respecto a las redes neuronales involucradas, se fundamentan en los estudios realizados en pacientes con comportamiento agresivo patológico, estudios con animales y estudios de fRMN de constructos psicológicos relacionados (provocación, ira, procesos de regulación emocional, toma de decisiones conflictivas y la teoría de la mente). Combinando los resultados de estos, la agresión reactiva se ve como resultado de un desequilibrio entre el control “de arriba hacia abajo” proporcionado por la Corteza Órbito-Frontal (OFC), la Corteza Prefrontal Dorso-Lateral (dlPFC) y la Corteza Cingulada Anterior (ACC), en combinación con la presencia de exceso de estímulos «ascendentes» que se desencadenan en regiones límbicas como la amígdala cerebral y la ínsula.
Múltiples teorías contemplan que la disfunción en las áreas previamente descritas, resultan en la dificultad para regular las emociones que es lo que finalmente lleva a la aparición de comportamientos impulsivos y agresivos. Así mismo, existen investigaciones que han demostrado que es posible inducir este tipo de comportamiento dentro de un laboratorio, a través de procedimientos específicos para alterar estos circuitos. Podríamos decir que “el pico” de la conducta agresiva, es el homicidio, dentro de los cuales los tiroteos y asesinatos en masa, son una de las tantas formas. Estos han aumentado de manera importante en los últimos años en cuanto a la cantidad, frecuencia e índice de fatalidad, sobre todo en los Estados Unidos en comparación con otros países desarrollados (Figura 1). La brecha tan amplia que existente entre la realidad de ese país y el resto, obliga a la realización de investigaciones con el fin último de detectar las posibles variables asociadas.
Figura 1
Existen motivaciones y factores comunes que definen la mente de un tirador en masa según el Dr. Alan J. Lipman, PH.D., Profesor en el Centro Médico George Washington y Fundador y Director del Centro para el Estudio de la Violencia (Washington, DC), experto en psicología de la violencia y quien da seguimiento a este tipo de casos desde 1998. El Dr. Lipman, describe tres categorías de asesinos en masa, pudiendo encajar el que comete el acto dentro de un grupo específico o contar con características de los diferentes grupos:
Grupo 1
El varón joven, entre 16 y 25 años, que presenta un trastorno depresivo no diagnosticado o no tratado, y tiene una fascinación por la violencia. Sin embargo, la depresión en sí o cualquiera de las otras dos condiciones, no motiva a alguien a llevar a cabo un acto de violencia de tal magnitud. Generalmente existe un evento detonante que influye sobre ese individuo ya deprimido y genera (a esa edad) gran cantidad de ira. Esto precede el “quiebre” que motiva tal acción. Esta persona que de por sí le encuentra poco o nulo valor a su vida, se siente aún más inútil y busca expresar su ira de la forma más violenta posible. Debido a que su propia vida carece de valor, obviamente también lo hace la vida de los demás.
Grupo 2
El individuo psicótico. El Instituto Nacional de Salud Mental define la psicosis como una condición «donde hay pérdida del contacto con la realidad», entre otros rasgos. Según el DSM-5, dentro del grupo de trastornos que se encuentran en el espectro de la psicosis están el trastorno de personalidad esquizoide, la esquizofrenia y el trastorno de ideas delirantes, entro otros. El individuo puede tener problemas para distinguir la realidad, sufrir alucinaciones y delirios (creencias falsas, profundamente arraigadas, inflexibles e irreversibles a cualquier argumento lógico), pero eso no los convierte automáticamente en personas violentas. Un pequeño porcentaje de las personas con trastornos dentro del espectro psicótico, se han visto implicadas en tiroteos y, por lo general, se ha encontrado de manera consistente que no se encuentran recibiendo tratamiento adecuado, o sea, que se encontraban “descompensados” al momento de cometer el acto.
Grupo 3
El sociópata o psicópata. Conocido como Trastorno de Personalidad Antisocial, en este caso, la persona ignora o viola los derechos de los demás, tiene poca o nula conciencia o respeto por las leyes sociales y carece totalmente de remordimiento por sus actos. Si bien a veces pueden parecer encantadores, suelen ser manipuladores, imprudentes, irresponsables y agresivos, propensos a ataques emocionales de ira. A este individuo lo estimula la violencia, busca romper las normas sociales y encuentra disfrute en el sufrimiento de los demás.
El primer grupo, más algunos addendums, coincide con lo descrito por el Dr. James Knoll, Psiquiatra Forense estadounidense, estudioso de los asesinos en masa. En su libro “Mass Shootings: Media, Myths and Realities” (“Asesinatos Masivos: el Medio, Mitos y Realidad”), señala que generalmente son jóvenes que planean meticulosamente sus actos, los cuales realizan solos y que cuentan con una fascinación de larga data por las armas y la violencia, lo que contribuye a que lleven a cabo el hecho durante el día en lugares públicos.
Mullen (2004) describió que entre quienes ejecutan este tipo de actos, está la presencia de sentimientos de ira extremos, de venganza, de alienación social y la planificación con suficiente antelación a la ofensa (esto último compatible con el último grupo del Dr. Lipman). Muchos de estos asesinos no planean sobrevivir a sus propios ataques y tienen la anticipada intención de suicidarse o de ser asesinados por la policía después de cometer su ataque. Sin embargo, en un estudio de cinco casos en los que el asesino sobrevivió, encontró varios rasgos y factores biográficos comunes: todos los sujetos habían sido intimidados o aislados durante la niñez y posteriormente se tornaron solitarios y experimentaron un gran malestar y desesperación por su alienación social. Además, presentaban rasgos paranoides como suspicacia, rencor, pensamiento referencial sobre que los demás los trataban con indiferencia o los rechazaban. Como resultado, pasaron una gran cantidad de tiempo sintiéndose resentidos y rumiando humillaciones pasadas, antes de que esto evolucionara a fantasías de venganza violenta.
Para terminar, tengamos presente que la violencia es un fenómeno que evoluciona hacia el empeoramiento en presencia de factores favorecedores y/o en ausencia de consecuencias que demuestren a quien la comete que estas existen. Las personas que incurren en conductas violentas como esta y otras que son aún más frecuentes, no «explotan» de un día para otro, sino que vuelcan su odio contra una determinada raza, religión, género, grupo o comunidad a través de una planificación deliberada llevada a cabo durante días, meses o (inclusive) años de antelación. La poca empatía y falta de respeto y tolerancia crecientes de la que somos testigos cada día en este y muchos países, es caldo de cultivo para niños y jóvenes violentos.
Reflexionemos…
Referencias
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